La crisis financiera de 2008 fue un colapso económico global que tuvo un impacto significativo en los mercados financieros, las instituciones bancarias y la economía mundial. Se caracterizó por una serie de eventos que llevaron a la recesión económica en numerosos países.
Para prevenir escenarios semejantes, resulta fundamental que las autoridades gubernamentales implementen acciones dirigidas a fortalecer la regulación del sector financiero. Esto implica la necesidad de establecer un marco normativo que prevenga el endeudamiento excesivo y los comportamientos financieros abusivos.
En septiembre de 2008, Lehman Brothers, la cuarta entidad financiera más significativa de Estados Unidos, quebró, marcando el inicio de una crisis económica mundial que se desencadenó en Estados Unidos y se propagó globalmente de manera rápida.
La especulación con hipotecas de alto riesgo, conocidas como "hipotecas basura", llevó a los bancos a situaciones de alto riesgo y colapsaron cuando los prestatarios no pudieron cumplir con los pagos. Dicha falta de solvencia condujo a la desconfianza entre los bancos, quienes se mostraron renuentes a prestarse dinero mutuamente o a otras entidades.
La burbuja inmobiliaria explotó, la tasa de desempleo aumentó y las hipotecas se multiplicaron. El sistema económico global entró en recesión, dando lugar a numerosos rescates bancarios.
¿Cómo se desarrolló la crisis?
Uno de los posibles puntos de origen se sitúa en los atentados del 11S, marcando un periodo de terror y xenofobia en EEUU, seguido por la implantación de medida de control fronterizo. Por consiguiente, la bajada de precios impulsada por Ben Bernake (presidente de la Reserva federal hasta 2006) en 2003 afectó a la liquidez de los bancos.
Otra consecuencia fue el incremento de la deuda pública. Hasta 2007, la deuda pública española se había mantenido en niveles estables, pero a partir de este momento, experimentó un notable aumento. En 2013, la deuda pública española llegó al 96,1% del Producto Interno Bruto, debiendo el Gobierno español una gran cantidad de dinero a acreedores extranjeros.
Adicionalmente, los gobiernos deben adoptar medidas para mejorar la estabilidad macroeconómica. Esto implica encontrar un equilibrio entre el estímulo del crecimiento económico y la preservación de la estabilidad financiera. En este sentido, es importante que los gobiernos sean prudentes al tomar decisiones financieras y económicas.
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